Cachorros: cuestión de tiempo

Cuando un cachorro llega a casa nos puede revolucionar la vida un poco, o mucho. La mayoría de ellos son activos, juguetones, lo muerden todo… incluso a nosotros. Y las personas, que vivimos muchos años pero lo queremos todo para ya, comenzamos a educar al cachorro con ejercicios como el quieto, el suelta y les regañamos y nos enfadamos cuando no lo hacen bien. Pero con los cachorros, como con los niños (y nosotros hemos sido niños), la educación se trata de un proceso. Es decir, durante un tiempo debemos ir trabajando las habilidades del individuo hasta que está preparado para enfrentarse a determinadas situaciones por sí mismo. Pedir o exigir a un cachorro que esté quieto mientras vemos una peli en el sofá tiene el mismo resultado que pedírselo a un niño de tres, cuatro o cinco años. Que no puede. Se pone nervioso, se aburre, inventa otras cosas, molesta… Y no por eso es un mal niño o una mala niña, ni está mal educado. Simplemente, es pequeño. Seguramente, si a este niño o niña le intimidamos a través de castigos, amenazas o gritos se acabe quedando quieto/a.  Y si lo hacemos de esta manera con todas las situaciones, puede que consigamos que “se porte bien” siempre. Que no se mueva, que no hable más alto de la cuenta…; pero puede que también consigamos que esté triste. Y nadie quiere un niño triste. Volviendo a los perros, de manera inmediata puede parecer que tenemos un cachorro descontrolado, que todavía no se sabe sentar ni aguantar mientras tomamos algo en una terraza. A veces, esta falta de control, nos puede llevar a ponernos algo nerviosos. Pero es más fácil de lo que parece. Mientras damos tiempo al cachorro para que madure y sea capaz de gestionar diferentes situaciones, podemos:[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_column_text]
  • Gestionar el espacio. Este punto es la clave para superar la etapa de cachorro. Tener un lugar seguro donde pueda descansar y no pueda “liarla” cuando no le podemos atender.
  • Utilizar herramientas de apoyo. Fuera de casa; una correa larga que permita llevar al perro suelto pero que nos de la seguridad necesaria hasta que podamos entrenar y consolidar una buena llamada. Dentro de casa; un parque para cachorros, una jaula o un transportín que nos permita gestionar el espacio como hemos comentado antes.
  • Entrenar de manera progresiva los diferentes ejercicios y habilidades que harán de nuestro cachorro un perro adaptado a su nueva vida. Solo tenemos que tener en cuenta que se trata de un proceso, que los ejercicios que entrenemos no se trabajan un día y funcionan al siguiente. Sino que se van uniendo como piezas de un puzzle, que por separado pueden no ser muy útiles pero cuando las pones todas juntas todo cobra sentido.
Paciencia, gestión del tiempo y el espacio y dedicar tiempo al cachorro. Es todo lo que necesitamos de manera inmediata. Si tenemos tiempo, no es incompatible ir trabajando otro tipo de cosas, siempre que no nos olvidemos de cuáles son nuestras prioridades.